La movilidad compartida del mañana

27 de noviembre de 2020

El estado de alarma trajo consigo el confinamiento en sus hogares de la población y el consecuente descenso en la utilización de los diferentes medios de transporte tradicionales. Sirva como ejemplo el dato registrado por la DGT durante varios fines de semana: reducciones del tráfico de vehículos ligeros superiores al 90 %. El transporte público también experimentó espectaculares caídas, con descensos en el número de pasajeros superiores al 90 % en algunos lugares. También se vieron afectados los servicios de micromovilidad, que suspendieron sus servicios al inicio del estado de alarma, o las plataformas de vehículos compartidos. Caminar y montar en bicicleta fueron las opciones elegidas en muchos casos para llevar a cabo los desplazamientos. ¿Es el fin de la movilidad compartida? ¿O solamente un cambio en la forma de concebirla?

El desplazamiento durante el estado de alarma

El estado de alarma trajo consigo una drástica reducción de la movilidad. Millones de personas se confinaron en sus hogares, abandonándolos únicamente para la realización de actividades esenciales, como puede ser realizar la compra. Los ciudadanos eligieron en un elevado porcentaje de las ocasiones los desplazamientos a pie para realizar las adquisiciones de productos de primera necesidad. Otros prefirieron lleva a cabo compras más grandes, que les permitieran reducir el número de ocasiones en las que salir del hogar, aprovechando al mismo tiempo para poner en funcionamiento su vehículo y evitar indeseables averías que pudieran producirse como consecuencia de la inactividad. Por último, están quienes optaron por realizar pedidos para que las compras llegasen a su hogar, siendo en este último caso el proveedor del servicio quien se encargaba de transportar la mercancía.

Los medios de transporte colectivos, como autobuses, cercanías o metro, vieron suprimidas o reducidas sus frecuencias. En algunos casos la restricción pasó por reducir el aforo máximo de pasajeros en estos vehículos y asegurar la distancia entre los pasajeros para minimizar el riesgo de contagio.

Los proveedores de servicios de movilidad compartida, al igual que el resto de la sociedad, tuvieron que afrontar una situación excepcional con la llegada de la crisis del SARS-CoV-2. En un momento de expansión de estos negocios, la crisis sanitaria originó un entorno inesperado, en el que las diferentes plataformas ofrecieron diferentes respuestas para afrontar la situación.

Una buena parte de las medidas aplicadas consistieron en la implementación de protocolos que ofreciesen elevados estándares de limpieza para tratar de minimizar la probabilidad de contagio. Los servicios de car-sharing anunciaron un aumento en la frecuencia de la limpieza y desinfección en los vehículos y aplicaron medidas tratando de contribuir a contener la expansión del virus.

Además, los operadores de las diferentes plataformas de movilidad, desde taxistas particulares hasta empresas de alquiler de servicios de micromovilidad, ofrecieron sus vehículos de forma gratuita para trabajadores del área de la salud. Otros sistemas han llegado a ofrecer vehículos gratuitos o descuentos a todos los trabajadores esenciales. Sin duda, un granito de arena que debe ser valorado, en apoyo a quienes se enfrentaban con la cara más terrible de la pandemia, que además permitió a muchos de estos operadores posicionarse en la mente de sus clientes como servicios no solamente esenciales, sino también solidarios.

¿Y después?

Con el fin del estado de alarma y la vuelta de la libertad de desplazamientos, se ha producido, como era de esperar, una notable recuperación del número de viajes realizados por los ciudadanos. Sin embargo, algunos de los que con anterioridad a esta crisis sanitaria considerábamos comunes comportamientos pueden verse importantemente afectados, al menos hasta que se disponga de una vacuna contra el virus de forma masiva.

En primer lugar, cabe preguntarse si el número de personas que necesitan desplazarse va a aumentar, va a descender o se va a mantener constante. El teletrabajo ha despegado en nuestro país, lo cual reducirá el número de desplazamientos a los centros de trabajo, pero ello no quiere decir que se reduzca el número de vehículos que se utilizan por el conjunto de los ciudadanos. Así, el transporte público de gran capacidad puede continuar viéndose afectado durante algún tiempo, pese a los esfuerzos de sus gestores implementando medidas que contribuyan a mantener el distanciamiento físico, limpiando y desinfectando los vehículos con mayor frecuencia o modificando los accesos y salidas para evitar el contacto en la medida de lo posible. El tiempo en el que la capacidad de transporte público se encuentra limitada puede prolongarse, como consecuencia de la distancia física que se recomienda respetar y las diferentes medidas de prevención que se aplican. Esta restricción en el número de pasajeros origina, por otra parte, la búsqueda de medios de transporte alternativos, o de fórmulas que permitan a quien lo necesita o desea desplazarse de un lugar a otro de forma eficiente y segura.

Los operadores de las diferentes plataformas de movilidad, desde taxistas particulares hasta empresas de alquiler de servicios de micromovilidad, ofrecieron sus vehículos de forma gratuita para trabajadores del área de la salud.

Las administraciones responsables del transporte y de la movilidad en cada lugar deben, por lo tanto, aumentar la frecuencia de las líneas de transporte para dar cabida a todos los ciudadanos que pretenden hacer uso de este, a la vez que tienen que idear fórmulas que permitan el desplazamiento de sus ciudadanos de forma alternativa al transporte público. Obviamente, estas alternativas no pueden pasar por pretender aumentar el volumen de vehículos presentes en nuestras calles, pues este hecho traería consigo un aumento de los atascos, mayores niveles de contaminación y una reducción en la eficiencia de la movilidad.

Los servicios de movilidad compartida, como bicicletas, ciclomotores eléctricos, patinetes y otros elementos gestionados por plataformas pueden experimentar un incremento en la demanda, máxime si los usuarios que utilizan este tipo de servicios como reacción a la pandemia perciben en ellos una serie de ventajas con respecto a las formas de desplazamiento que venían utilizando con anterioridad.

El vehículo como servicio

Asumimos que dentro de la movilidad del futuro los vehículos autónomos jugarán un papel importante. Estos vehículos comenzarán a llenar nuestras calles, pero su utilización probablemente no irá ligada a la propiedad del vehículo. Los taxis autónomos o robot-taxis o los minibuses de conducción autónoma serán los servicios que, probablemente, se establecerán en primer lugar.

No cabe duda de que la movilidad compartida será autónoma, eléctrica y conectada, pero el uso generalizado de vehículos compartidos totalmente automatizados todavía llevará algún tiempo. Así, en los próximos años veremos vehículos autónomos que pueden reservarse según los gustos del consumidor, eléctricos y menos contaminantes y capaces de cargarse inductivamente con la electricidad generada por la energía solar y, por supuesto, conectados y altamente personalizables.

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