La Inteligencia Artificial y la Pyme, una verdad incómoda

15 de diciembre de 2025

Cuando compartí con mi círculo cercano que los amigos de Centro Zaragoza habían tenido la generosidad de pedirme que escribiera un artículo para su revista, no tardó en aparecer la sugerencia que hoy parece inevitable: “Habla de inteligencia artificial”. Sin embargo, aquello que sonaba tan natural me produjo cierto desasosiego. Otro texto lleno de promesas y escenarios grandilocuentes era lo último que quería escribir.

La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una suerte de fetiche contemporáneo. No hay conferencia en que no se la presente como la solución mágica para cualquier empresa. El discurso dominante es simple: si tu compañía no adopta la IA de inmediato, está condenada a la irrelevancia, al fracaso y, con el tiempo, a la desaparición.

Pero cuando descendemos de la nube retórica y miramos el día a día de las pequeñas y medianas empresas, el panorama se vuelve más prosaico, menos heroico y, a menudo, incómodo de aceptar.

El mito más extendido es que cualquier pyme puede replicar a los gigantes de Silicon Valley que disponen de cantidades ingentes de datos, equipos de ingenieros y presupuestos astronómicos. La mayoría de pymes, en cambio, operan con información dispersa, registros incompletos y procesos poco estructurados. La IA no resolverá de un plumazo esos problemas, no incrementará mágicamente las ventas ni sustituirá a las personas.

Hoy es un asistente con luces y sombras: brillante cuando redacta un texto o clasifica una factura, pero desconcertante en su propensión a equivocarse, a confundir datos o a generar respuestas plausibles pero falsas. La promesa se desvanece. En su lugar aparece una realidad más humilde: la IA multiplica las capacidades, pero exige criterio, disciplina y la capacidad humana de supervisar, corregir y guiar sus resultados.

¿Cómo empezar entonces? Tres claves resultan esenciales. Primero, preservar el talento humano: la IA debe liberar tiempo para que las personas aporten criterio y creatividad, no para reemplazarlas. Segundo, ordenar procesos e información: sin datos fiables y procedimientos claros, cualquier algoritmo se convierte en un generador de errores. Y tercero, apostar por soluciones de impacto inmediato, centradas en problemas concretos que aporten valor desde el corto plazo.

Finalmente, en mi opinión, lo verdaderamente diferencial respecto a los grandes procesos de cambio que en la historia del mundo han sido es la velocidad con la que la que el que ahora nos ocupa está ocurriendo. Lo que ayer parecía futurista hoy es rutina y mañana será obsoleto. Esta aceleración obliga a las pymes a reaccionar con flexibilidad y realismo, evitando modas pasajeras y enfocándose en lo que verdaderamente genera valor.

Como dijo Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.” La pyme que quiera aprovechar la inteligencia artificial no debe empezar por la máquina, sino por su circunstancia: sus procesos, su cultura, sus personas. Eso sí, cuanto antes.