CONVIVENCIA TRANQUILA, respetar y ser respetados

24 de noviembre de 2017

Reflexiones sobre ciclistas y accidentalidad vial

En los últimos meses nos han sobresaltado algunas noticias de accidentes muy graves en los que grupos de ciclistas habían sido arrollados en las carreteras de nuestro país. La alarma creada por estos graves sucesos llevó incluso al ministro del Interior a implicarse personalmente, presidiendo un comité extraordinario de Seguridad Vial, organizado de urgencia por la Dirección General de Tráfico, para estudiar las causas de la accidentalidad de los ciclistas y adoptar medidas, o reforzar algunas ya existentes, con el objetivo de mejorar la seguridad de los usuarios de bicicletas.
Las cifras, ciertamente, comenzaban a alertar de un problema cuya dimensión estaba creciendo. La accidentalidad de los ciclistas muestra, en la mayoría de provincias españolas, una tendencia alcista desde el año 2011, tanto en carretera como en ciudad, donde, por cierto, ya se producen más del 70% de los accidentes de ciclistas.
El número de ciclistas heridos en carretera había aumentado en 38 de las 50 provincias españolas, pasando el número total de accidentados de 1.460 en 2011 a 2.306 en 2015, último año con datos consolidados publicados. Afortunadamente las cifras de ciclistas fallecidos en carretera no mostraban la misma tendencia, apreciándose incluso un ligero descenso, al menos hasta el presente año 2017. El “barómetro de la bicicleta” señala, no obstante, que el uso de la bicicleta con fines lúdicos o deportivos no ha aumentado en nuestro país desde 2011, por lo que no parece lógico atribuir el aumento de siniestralidad ciclista en carretera a una mayor presencia de ciclistas circulando por vías interurbanas, sino a otras causas que probablemente, y esto lo evidenciará la investigación en profundidad de los accidentes, estén más relacionadas con una falta de respeto mutuo, de los ciclistas al resto de conductores (circulación en grupo -más de dos en paralelo-; no respetar señales de stop y ceda el paso o semáforos; no ponerse en fila de a uno en zonas de visibilidad reducida; etc.) y de los conductores a los ciclistas (adelantarlos sin la debida separación lateral; maniobras bruscas o temerarias por impaciencia; etc.), entre otras infracciones de carácter más general, como la circulación bajo la influencia del alcohol o las drogas; excesos de velocidad; distracciones por fatiga; etc.
En cuanto a la accidentalidad en zona urbana, el mencionado “barómetro de la bicicleta” pone de manifiesto un aumento significativo del uso de la bicicleta en entornos urbanos, habiendo aumentado casi un 60% en algunas ciudades para el período analizado, de 2011 a 2015, año en el que, sin embargo, se alcanzó un mínimo histórico de ciclistas fallecidos en vía urbana. El número de ciclistas accidentados en zona urbana ha aumentado en similar proporción al aumento encontrado en zona interurbana. Parece, por tanto, que el importante aumento del número de ciclistas en entornos urbanos sí se ha traducido, por el momento, en un aumento casi proporcional del número de ciclistas accidentados, no obstante parece que la gravedad de los accidentes se ha ido reduciendo a medida que las ciudades se habituaban a ver más ciclistas en sus calles, ya que los datos muestran una reducción en el número de ciclistas fallecidos en ciudad. A este respecto no debemos pasar por alto que en nuestro país partíamos de una inexistente cultura de uso de la bicicleta como medio de transporte, con lo que ello implica de inadecuación de las infraestructuras para el uso de la bicicleta y, sobre todo, de una falta de “costumbre” por parte de los conductores, que tradicionalmente en nuestro país no estaban habituados a la presencia de vehículos sin motor, con lo que ello conlleva de menor velocidad, etc.
El fomento del uso de la bicicleta como eficaz medio de transporte urbano (saludable, nada contaminante y que contribuye a la fluidez del tráfico rodado), unido a adecuadas políticas para preservar la seguridad de ciclistas y peatones, sin duda podrá invertir esta tendencia inicial y lograr, como ya ha sucedido en otros países, que a medida que aumente el número de ciclistas sea cada vez más seguro circular en bicicleta.
Las medidas adoptadas por la DGT a partir del Comité Extraordinario de Seguridad Vial, de implementarse adecuadamente en carretera y si los ayuntamientos actúan de forma similar en su entorno urbano, tienen un enorme potencial para conseguirlo, ya que inciden, en esencia, sobre todos los aspectos antes mencionados, desde la mejora de la señalización/infraestructura a la sensibilización, promoviendo el respeto mutuo entre conductores, ciclistas, y viceversa (¡qué falta hace!, a juzgar por la visceralidad de los enfrentamientos que se observan en las redes sociales), la vigilancia y la investigación de los accidentes.